sábado, 29 de marzo de 2014

No sé si es adicción a ti
o a morir entre seis cuerdas de guitarra.
No sé cómo deshacerme del agosto de las playas
cuando sólo queda arena,
porque el mar ya lo he llorado entero,
joder.

Tú tan anclado en el pasado,
y no importan los años,
que yo vuelvo a dejarme arrastrar.
Estoy tan cansada de no entender tu maldita necesidad de mirarme antes de huir entre sus piernas,
de no entender sin más.

Si vuelvo a escuchar otra vez  “he cambiado” de tus labios 
te juro que te mato. 


" Vuelve "

jueves, 20 de marzo de 2014


"la impaciencia de que tú  
llegues siempre tarde y yo 
siempre esté esperándote"
  

Hay un infierno
por cada una de tus sonrisas,
aunque haya más miedos que pecados en la cornisa
que son tus labios, 
de los que salto.

Cada día más suicida.

Arden inocentes
cuando la suerte quiere
y pasas por mi lado
y dejamos de ser humanos
sólo para mirarnos.

Hay un invierno
por cada una de mis tonterías
sabiendo que no esperas
huyo con los sentimientos entre las piernas.
Tú, cada día más poeta.

Se congelan los futuros
sobredosis de tu ausencia,
muerta la inocencia
seamos como animales
que mueren por su existencia.


jueves, 13 de marzo de 2014

"Crónica de un concierto llorado"

El arte me cambió la vida.

Desde que tengo uso de sentir he tenido una guitarra entre las manos pero jamás creí que con eso se pudiera hacer lo que hace él en un concierto. 

Es llegar,
sentarte
y esperar.

Él sube casi siempre nervioso y ni si quiera saluda,
empieza a cantar
(por donde más duele)

y ya empiezas a sentir como te adentras en su mundo
o más bien como empiezas a salir del resto,
y él toca,
canta,
para,
habla
y vuelve otra vez.

Llega un momento en el que te encuentras en parálisis emocional,
no logras distinguir si estás a punto de llorar de felicidad
o por el dolor más profundo que jamás creíste sentir,
pero ni si quiera te lo planteas, él ya canta.


Y cierra los ojos y ves como entre sus manos su guitarra se vuelve mujer,
su amante,
y cómo sus dedos ya no tocan cuerdas ni recorren trastes,
ahora acarician los secretos de un cuerpo que sólo él conoce.
Es entonces que sus manos ya no rasguean acordes,
intentan apresar al tiempo 

y pide "quédate"
y pregunta "¿y ahora qué?".


Vuelve a mirar
y se encuentra con tus ojos que ya no son sino espejos,
y vuelve a cantar.


Todo va más allá de su historia
o de todas las historias del local,
poco importa si has conocido al amor o si dudas de él.
Poco importa cuando sientes tu alma a sus pies
y no sabes en qué momento te será devuelta.
Sólo sabes que lo único verdadero allí es su música,
porque tú,
él,

todos los que allí están,
hemos dejado de ser para escuchar.